La morada del Pillán Cuando aún no habían llegado a estas tierras los hombres blancos, Un genio maléfico, el Pillán, había repartido sus secuaces entre esos En fin. el Pillán y sus machis imperaban sin contrapeso sobre los pobres indios, que medio aturdidos por sus vicios, no atinaban a darse cuenta cabal de su triste situación. En las noches esas comarcas presentaban un aspecto verdaderamente Cuando los pobres indios, inspirados por los buenos genios, se entregaban al trabajo y labraban la tierra, el gran Pillán hacía estallar los volcanes y temblar las tierras: días y semanas enteras llovía fuego y ceniza que destruían en pocas horas lo que los indios habían labrado en varios años de trabajo. El Pillán odiaba el trabajo y la virtud, y por eso se enfurecía cuando los indios abandonaban el vicio y se entregaban a trabajar sus tierras. Se decía desde antiguo que para vencer al Pillán había que arrojar al Un día, en que los indios desesperados estaban celebrando un gran El cacique hizo entonces averiguaciones para establecer cuál de las Una asamblea compuesta por los indios más ancianos de la tribu, resolvió que la más virtuosa era Licarayén, la hija menor del cacique, hermosa joven que unía a su extraordinaria belleza un alma más blanca que los pétalos de la quinileja. Temblando llevó el mismo cacique la noticia del próximo sacrificio a su hija. - No llores - le respondió ella -. Muero contenta sabiendo que mi muerte ha de aliviar las amarguras y dolores de toda nuestra valerosa tribu. Sólo pido un favor: que para matarme no uséis vuestras hachas ni vuestras lanzas. Quiero que me maten con sus perfumes las flores que han sido el único encanto de mi vida, y que sea el toqui Quiltrapique quien me prepare el lecho mortal y quien me arranque el corazón. Así se hizo. Al día siguiente, cuando el sol empezaba a aparecer por encima de la Los jóvenes indios, silenciosos y apenados, se sentaron alrededor de El toqui, inmóvil, con los ojos llorosos clavados en la bella faz que poco a poco iba palideciendo, parecía una estatua de la resignación. Cuando la tarde tendió su manto gris sobre la llanura y enmudeció el ¡La muerte juntó a esas dos almas que la vida mantuvo separadas! El más fornido de los mancebos fue encargado de llevar el corazón y la rama de canelo a la cima del cerro Pichi Juan, que eleva su cono agudo donde termina el llano. Toda la tribu quedó en el valle esperando la realización del milagro. Y he aquí que, apenas el mancebo hubo colocado el corazón y la rama de canelo en la parte más alta del Pichi Juan, apareció en el cielo un enorme cóndor que, bajando en raudo vuelo, se engulló de un bocado el corazón para luego agarrar la rama de canelo y emprender el vuelo hacia el cráter del Osorno, que en esos momentos arrojaba enormes haces de fuego. Dio el cóndor, en vuelo espiral, tres vueltas por la cumbre del volcán y en una súbita bajada dejó caer dentro del cráter la sagrada rama. En el mismo momento aparecieron en el cielo negras nubes y empezó a caer sobre los volcanes una lluvia de plumillas de nieve que a los rojos Y llovió nieve; días, semanas y años enteros. Fue una verdadera lucha entre el fuego que subía del infierno y la nieve que caía del cielo. La nieve Así se formaron los lagos Llanquihue, Todos los Santos y Chapó. Por más esfuerzos que hizo el Pillán, no pudo librarse de quedar prisionero dentro del Osorno, de donde ahora no puede salir para volver a sus malandanzas; pero no por eso deja de estar trabajando por recobrar su libertad el día en que los habitantes del lago abandonen sus virtudes para entregarse a los vicios.
Hay que tener presente lo que dijo el viejo indio: Para que esto perdure deben ser los hombres buenos y virtuosos, pues si vuelven a entregarse en brazos de los vicios, la nieve se derretirá y el Pillán volverá a arrojar fuego Cuando los indios volvieron al día siguiente al lugar en que se había . |
La leyenda de la Licarayén o las Leyendas del Lago Llanquihue |
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